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COMUNICACIóN 10.11.2016 | ESTADOS UNIDOS | CONTRA TODOS LOS PRONÓSTICOS

Donald Trump, el antisistema, triunfó con amplitud en los Estados Unidos
“Con su triunfo, Trump ha dado tal vez el más fuerte shock al sistema político en los tiempo modernos”, escribió un columnista de The New York Times. (Foto: RTVE.es)

Donald Trump, el antisistema, triunfó con amplitud en los Estados Unidos

(Por Edgardo Ritacco, director periodístico de adlatina.com) – Sus apariciones rozaron el ridículo más de una vez. Tenía a su frente a una mujer que conoce todos los vericuetos del poder en el mundillo de Washington. Muchas veces desafió a la llamada “corrección política”, a sabiendas de que su actitud iba a resonar en los sectores más postergados de Estados Unidos ante este cambio que viene produciéndose a nivel global, tanto en la economía como en las costumbres.

Muchos se mofaron de él. Muchos lo ridiculizaron, diciendo que jamás podría incursionar en la cerrada elite política de Washington. Sus propios colegas republicanos se negaron a tomarlo en serio cuando comenzó a participar en las primarias del partido. Hasta su padre le había recomendado “no competir nunca en las Grandes Ligas de Manhattan”. Le hablaba de la construcción de grandes edificios, pero a él le resonaba como una indicación política. Recordó públicamente qué le contestó:

No, padre. Yo tengo que ir a Manhattan. Tengo que construir esos grandes edificios. Tengo que hacerlo, padre. Tengo que hacerlo.

A medida que fue arrasando a sus rivales republicanos de las primarias, cerró algunas bocas que se burlaban públicamente de él, y las de los escépticos que comparaban su precandidatura a una simple sesión de fuegos artificiales. “Cuando aumenten sus posibilidades, si es que aumentan, tendrá que corregir toda esa desprolijidad y su falta de tacto”, dijo un veterano republicano que despreciaba su forma de ser. “Nadie puede atacar las normas de la política estadounidense y salir indemne”.

Pero Donald Trump atacó esas normas, se centró en ciertos grupos de la sociedad para descalificarlos por su raza y religión, y finalmente atacó la legitimidad del proceso político del país norteamericano. “Sólo voy a aceptar los resultados de estas elecciones si gano”. Una balandronada, pensaron muchos.

Alexander Burns, analista del New York Times, fue más allá de esos temas. Dijo que Trump “ignoró las convenciones de la decencia común, empleando una vulgaridad casual e hizo llover una humillación personal sobre sus oponentes políticos y críticos de los medios”.

Ahora que el hombre se consagró como presidente de Estados Unidos, Burns retomó su análisis recordando que Trump reunió una ola creciente de apoyo desde los blancos menos educados, desplazados por los cambios en la economía y profundamente resistentes al vuelco cultural del país y los nuevos tonos raciales. “Con su triunfo, Trump ha dado tal vez el más fuerte shock al sistema político en los tiempo modernos y abrió la puerta a una era de extraordinaria incertidumbre, tanto en casa como en todo el mundo”.

Es justamente esa incertidumbre la que jaquea hoy al mundo de los negocios de su país y de otros puntos claves de la economía mundial. Trump llegó al poder atacando a los grandes diarios y a las cadenas de televisión, a tal punto que, a diferencia de sus antecesores de todos los tiempos, no volcó su presupuesto publicitario en ellas; su campaña eludió los canales de alcance nacional, donde Hillary Clinton machacaba día y noche con el miedo ante el impensable triunfo de su rival, y se volcó a las redes sociales, como alguna vez lo hizo Obama, que así y todo no desdeñó la propaganda televisiva.

Y mientras el candidato vencedor se centralizó en frases simples y optimistas (la principal, Make America Great Again), su principal contacto con el público se canalizó por las redes sociales, donde su apuesta (8,4 millones de dólares aportados en julio pasado) le hizo decir a Austin Barbour, un veterano recaudador de fondos del partido Republicano, “es una tremenda cantidad de dinero para gastar en digital, es casi imposible figurarse cómo computar ese número en ese rubro”. Frente a esos 8,4 millones, Clinton sólo movió 132.500 dólares en el mismo mes. Pero en la TV los números se invirtieron en forma contundente: durante meses, la pantalla chica casi no tuvo comerciales del candidato republicano. Sólo un pequeño repunte al final.

¿Trump descree de la publicidad convencional? Es una pregunta interesante. Por lo pronto, su actitud contra los grandes medios es furiosamente negativa: los vio como grandes enemigos de su candidatura. A otros conglomerados, como el propuesto merger entre AT&T y Time Warner por 85.000 millones de dólares, los descalificó de entrada: “Cuando sea presidente bloquearé esos negocios, que son un ejemplo claro de la estructura de poder se ha opuesto a mi candidatura, y que representa una gran concentración de poder en manos de unos pocos”.

Por cierto, estas prevenciones del presidente electo se extenderían a los grandes holdings de la publicidad. Algunos líderes de esos grupos, como Maurice Lévy, CEO del Publicis Groupe, mostraron abiertamente sus prevenciones: “El impacto de un triunfo de Trump será muy probablemente similar a lo que experimentó el Reino Unido cuando los votantes sorprendieron a los encuestadores y decidieron apartarse de la Unión Europea”, dijo Lévy. “Pienso que si la elección da como ganador a Trump, será afectada no sólo la industria de la publicidad, sino todo Estados Unidos y el mundo”, añadió al hablar durante la Web Summit de Lisboa. “No sé de qué manera será afectada, porque claramente Trump no es un político clásico. Así que nadie sabe exactamente qué hará en todos los terrenos”.

Al margen de lo que pueda ocurrir en la industria publicitaria, los problemas que Trump sembró en su campaña con sectores sociales de su país van a ocupar el centro de la atención desde el día cero de su gestión. Sus palabras para los mexicanos fueron durísimas: “Cuando los mexicanos nos mandan a su gente, no mandan a la mejor. Vienen los violadores”. También criticó a los demás. “Los inmigrantes provienen de toda América Latina y probablemente del Medio Oriente”.

Por ese motivo anunció la construcción de ese muro casi inconcebible para separar a México de Estados Unidos (“y que los mexicanos deberán pagar en su totalidad”, dijo), cosa que ahora se ha convertido en un monstruo inmanejable.  El peso mexicano se desplomó hasta cifras records de baja a la mañana siguiente de su consagración como presidente electo; el comercio a través de la frontera tiene desde ahora un gran signo de interrogación.

Muchos observadores coincidían, antes de la elección, en que algunos factores sociales jugarían decisivamente para consagrar a Hillary Clinton: los negros y los latinos difícilmente voten a un hombre que los ha humillado, decían, y sólo los cubanos en el exilio lo apoyarían para que deshaga los progresos en las relaciones que hizo Obama con los Castro. También los millennials podrían seguir a Trump, pensaban, y sólo se haría fuerte en algunos sectores de clase baja, donde muchos obreros se quedaron sin trabajo porque las empresas preferían comprar lo que ellas mismas fabricaban en el exterior.

Fue un castillo de naipes que se derrumbó estrepitosamente en la madrugada del miércoles.

Este año ha sido fatal para las encuestadoras políticas. Primero fue la sorpresa del Brexit, que casi nadie previó y que plantea un interrogante para la economía del mundo. Después llegó el referendum de Colombia, que las encuestadoras dieron como virtualmente ganadas por el sí, y que fue un rotundo no a las gestiones de paz entre el gobierno y la guerrilla. Y por último, el desmadre de todos, consultoras, establishment político, medios de comunicación, intelectuales y figuras artísticas del país, ante el triunfo de Donald Trump.

En las próximas elecciones habrá que apostar a perdedor.