
Tres estrategias para equilibrar el marketing y la maternidad soltera
(Ad Age) - Stetter fue madre a los 20 años y tuvo que encontrar un mecanismo que le permitiera el balance entre su vida profesional, sus hijos y su vida personal.
Nicole Stetter
Head of creative ay Saylor
Nunca olvidaré cuánto me costaba ver a mi hijo tener berrinches diarios cuando lo dejaba en la guardería. Era el año 2011 y debía dejar a mis mellizos pequeños en otro lugar para intentar dirigir una tienda de segunda mano. Volver a trabajar como madre –especialmente siendo madre soltera y único sostén económico– fue una de las experiencias más desconcertantes de mi vida.
La maternidad en sus inicios, aún siendo lo abrumadora que fue, tenía cierto consuelo en “sólo” tener que atender a un bebé llorando mientras cargaba el lavavajillas en pijama. Reincorporarme al mundo laboral con mellizos pequeños trajo una oleada de pensamientos obsesivos y ansiedad, alimentada en gran parte por la dificultad de mi hijo para adaptarse a nuestra nueva separación. Sentía como si mi alma se hubiera partido en dos. Había un pánico sordo y constante de estar fallando en al menos uno de mis trabajos, si no en ambos.
Para tener éxito, sabía que necesitaba hacer ajustes en el balance entre mi vida y mi trabajo de una manera sostenible. No puedes hacerlo todo (y hacerlo bien) sin sacrificio y estructura. Pero, en su momento, hubo métodos que implementé para hacer que las cosas se sientan más saludables:
El método del “conmutador”
Mi primera estrategia fue algo que ahora llamo mi “conmutador”. Cuando los niños estaban en la guardería, cambiaba mi mente a modo trabajo. Tenía que confiar en que mi hijo eventualmente se adaptaría a la guardería. Me llamarían si algo salía mal. Luego, cuando regresaba a casa, cambiaba de nuevo a modo mamá y lo abrazaba fuerte –al menos hasta que tuviera que publicar algo a la hora de la cena (¿recuerdan a Instagram antes de la programación de publicaciones?)–. No era fácil y no siempre era posible. Tomó tiempo, práctica y confianza. Implicó aceptar la incomodidad.
Con el tiempo logré separar lo suficiente como para dar el 100% de mí tanto en el trabajo como con mis hijos durante esos momentos, y todos los aspectos de mi vida mejoraron por ello. Repetía muchas afirmaciones en las que al principio no creía: lo estás haciendo bien. Vamos a estar bien. Esto es difícil, pero tenemos suerte. Y luego vi cómo todo eso se hacía realidad.
Priorizar el tiempo para mí
El método del conmutador también funcionó para mi vida personal. Tuve a mis hijos cuando tenía 20 años, así que como se imaginarán, aún necesitaba descubrir quién era. Si los mellizos estaban con su padre el fin de semana, cambiaba al modo soltera, mi segunda estrategia. A veces eso significaba arreglarme y salir. A veces significaba acostarme y no hacer absolutamente nada.
De cualquier forma, yo decidía cómo quería pasar ese tiempo. Ese equilibrio me salvó. Suena descabellado –agregar “tiempo para mí” encima de la crianza y el trabajo– pero es vital. Si no planificamos meticulosamente nuestras semanas para equilibrar la crianza, el trabajo, el descanso y lo que nos hace brillar, nos apagamos.
En esos días, me sentía como una especie de Cenicienta mamá soltera. Cada dos fines de semana tenía espacio para explorar, salir de fiesta y maratonear series antes de volver a mis modos de enfoque. Ese espacio me ayudó a trabajar duro, crecer profesionalmente y estar presente para mis hijos. No podría haber progresado como lo hice sin hacer tiempo para la alegría, el descanso y para mí misma.
Levantarse más veces de las que caes
Mi estrategia final es simple, pero poderosa: diligencia incansable. Ser una gran profesional en el trabajo, una madre amorosa en casa y una persona que se ama a sí misma requiere esfuerzo. Y sí, se cometen errores. Así que tuve que aprender a levantarme cada vez que caía.
Y a veces, lloraba. Un buen llanto puede reiniciar tu sistema nervioso y darte el empujón que necesitas para seguir adelante. Ya sea en el trabajo o en la vida, fallar rápido, tratarse con compasión y aprender de los errores es la manera en que crecemos.
Esta mezcla de fortaleza y sensibilidad que aprendí al ser madre moldeó mi forma de liderar. Hacer brillar a los artistas requiere una combinación de estrategia y calidez, y tengo la suerte de poder llamarlo mi trabajo.
También reconozco el privilegio que es trabajar en un entorno remoto/híbrido. El trabajo remoto no solo hizo cómoda mi carrera, sino que la hizo posible. Muchas madres solteras no tienen ese lujo, y me inclino ante ellas. Dicho esto, trabajar desde casa no siempre fue fácil. Mis hijos me vieron tuitear en vivo un día de Navidad. Incluso con mi conmutador mental en funcionamiento, era (y sigue siendo) difícil desconectarse. Las redes sociales, como la maternidad, te siguen a todas partes. Nuestro trabajo vive en nuestros bolsillos, como nuestros hijos nos siguen hasta el baño.
Saber cuándo ajustar el conmutador
Aprender cuándo girar las perillas del conmutador mental para reequilibrar, reenfocarse y mantenerse en pie es crucial para sobrevivir. Crear un conmutador mental propio puede cambiar las reglas del juego. Como el arte de soltar, aunque sea por un momento.
Tuve suerte. Comencé en un puesto remoto de nivel inicial justo cuando las agencias de redes sociales empezaban a adoptar la flexibilidad. Y aunque mis hijos ahora están en penúltimo año de secundaria, les agradezco. Así como trabajar con restricciones creativas puede producir mejor arte, la estructura que impone la maternidad me ayudó a construir una vida de la que me siento orgullosa. Ellos fueron la luz guía en mi camino.
Más empresas deberían adoptar la flexibilidad remota
Los padres son algunos de los empleados más eficientes: saben cómo hacer las cosas, cambiar de marcha y siempre están trabajando para volver con sus hijos. Son decididos, ingeniosos y resilientes. A menudo son quienes más arriesgan y quienes más ojos tienen encima observando cómo se desempeñan.
Apoyarlos no solo es una buena ética, es un buen negocio. Crear espacio para los padres –y un liderazgo empático en general– tiene como consecuencia equipos más fuertes, mejor trabajo y ambientes laborales más felices.