Denise Picot: “La autoexigencia y el techo de cristal nos hicieron abrirnos paso acompañadas”
En una conversación con la directora regional de Centroamérica de The Coca-Cola Company, se habló sobre la apelación al pasado —a partir de la campaña “Compartí una Coca-Cola” reciclada de hace diez años—, las formas en que cambió la comunicación y la generación Z. Además, explicó su visión sobre la diversidad en el liderazgo y su mención como Leading Women.
Como marca icónica o de culto, ¿cuáles piensa que son las responsabilidades que tiene dentro de la cultura? ¿En qué conversaciones The Coca-Cola Company debe inmiscuirse y decir algo?
La marca tiene casi 140 años de historia y siempre fue mucho más que una bebida. Quiero decir, vendemos más que una gaseosa: conectamos con los consumidores a través de la alegría, el optimismo, al celebrar las uniones entre las personas. En general, hemos sostenido un abordaje positivo y optimista de la cultura global y, en particular, de los mercados, conectando con las realidades de cada lugar, con lo autóctono.
Una de nuestras virtudes es que somos una marca que piensa global y ejecuta local. Esto nos permite estar conectados con los consumidores, con la sociedad y con lo que sucede alrededor. Celebramos con orgullo la impronta humana de avanzar, de la resiliencia. De hecho, hicimos varias campañas en las que le dimos visibilidad a protagonistas del progreso colectivo. Buscamos conectar con nuestros consumidores a través de las experiencias, como por ejemplo a través de la Navidad, la música. En este último caso, particularmente en Centroamérica, activamos la plataforma de música a través de lo que llamamos Coke Studio, y estamos presentes en distintos festivales de música.
En relación con la pregunta anterior, las marcas icónicas suelen revisitar a menudo el pasado porque es seguro. De hecho, Coca-Cola lanzó a principios de este año una reversión de una campaña vieja, “Compartí una Coca-Cola”. ¿Cuáles piensa que son los límites de apelar al pasado para una construcción de marca en el presente?
En primer lugar, creo que el pasado apela a una memoria emotiva bellísima. Lógicamente, para nosotros todo empieza y termina en el consumidor. Por ello, durante su evolución, nos mantenemos cerca no sólo de él, sino de su forma de conectar con las marcas y con las otras personas, también. La campaña se lanzó hace diez años, por lo cual los más jóvenes la están experimentando por primera vez. Como campaña global, conectamos no sólo con un valor profundamente humano, que es la necesidad de conectarse, sino que además incorporamos, por ejemplo, nombres o sobrenombres que quizás hace diez años atrás no existían. Tuvimos que aggiornarnos para llegar a los consumidores más jóvenes.
Por ello, la campaña de comunicación fue distinta, los nombres lo fueron. Logramos extraer un mensaje muy interesante de una campaña súper exitosa de hace diez años que, sin dudas, llegó a las nuevas generaciones de una forma muy diferente y adaptada al contexto. Ha tenido un éxito rotundo. Es increíble que una campaña así siga teniendo impacto. Por ejemplo, en Colombia, hay unas vías públicas icónicas a las que se puede acceder y tener algunas experiencias con Coca-Cola. Ahí dentro la gente escribía notas. Arriba de ellas, colocamos las dedicatorias con los nombres de los amigos, de los familiares, de los novios, etc. Eso también fue una manera de transformar la comunicación. Es decir, no fue una campaña tradicional que llevó los nombres que ya conocimos y los nuevos, sino que modificó la forma de interactuar con la marca, una forma más real.
Durante algunos años trabajó específicamente para el área en la Argentina. Ahora que tiene un rol regional, ¿con qué sensibilidades debe trabajar para hablarles a audiencias de Centroamérica y que el mensaje resuene en ellas?
No hay manera de ser efectivo a la hora de comunicar y conectar emocionalmente con los consumidores si una no entiende cuáles son sus costumbres, sus hábitos, su cultura, la manera de relacionarse, por ejemplo, en torno a las comidas. Ahora bien, eso también debe balancearse con algunos valores universales, como el poder de la conexión, la alegría y la celebración.
Lo que hace Coca-Cola es muy interesante porque es una marca que piensa global, pero que termina de ejecutar y de conectar localmente.
¿Qué es lo que cambió para la marca con respecto al consumidor y las nuevas generaciones?
Los más jóvenes buscan una conexión real con las marcas. Y eso ya se transformó en una nueva exigencia dentro del marketing. Quiero decir, la única manera de ser relevante en este contexto es conectar de una manera transparente, honesta a la par de crear experiencias de alto impacto y relevancia. Hoy, por ejemplo, la música y el fútbol son pasiones muy relevantes para los más jóvenes. Se trata de estar y ofrecerles un vínculo con esas motivaciones. Eso es lo que conecta a los jóvenes de verdad: ofrecer experiencias. Es mucho más poderoso y, al final, es lo prevalece.
En 2021 ganó la distinción Leading Women. Como referenta del liderazgo femenino, ¿qué sesgos culturales piensa que quedan por derribar aún con respecto al liderazgo pero también a la idea de que la vida de una mujer sólo tiene sentido en su etapa reproductiva?
Personalmente, creo en la diversidad del liderazgo. Cuando las posiciones que toman decisiones son heterogéneas, el resultado son decisiones que impactan positivamente en el negocio. Precisamente, porque la diversidad lo que permite es pensar ideas diferentes. No se trata sólo del liderazgo femenino —que aún tiene un camino largo que recorrer—, sino de empujar a favor de un liderazgo diverso.
Para mí ese es el final del recorrido: un lugar donde la diversidad de pensamiento permita una evolución e innovación de mucho más impacto en las sociedades y en los negocios, también.
Deseo formar parte de una red de apoyo para que las mujeres que sigan detrás se sientan acompañadas, como lo han hecho conmigo. Sin embargo, creo que lo más importante es el valor de lo diverso y de las perspectivas diferentes. Es decir, una mesa con líderes y perspectivas diferentes es lo que promueve una capacidad de innovación mejorada.
Y en particular el caso de las mujeres es que creo que se ha dado una autogestión muy poderosa desde lo social. En otras palabras, nos hemos allanado el camino, un camino con miedo al fracaso. La autoexigencia y el techo de cristal nos hicieron abrirnos paso acompañadas.


